Del Comentario
Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia. (1 Timoteo 2:15)
Se salvará viene de sōzō, un término neotestamentario común para salvación. La palabra también puede significar “rescatar”, “preservar seguro y sin daño”, “sanar” o “liberar de”. Aparece varias veces en el Nuevo Testamento sin referirse a la salvación espiritual (cp. Mt. 8:25; 9:21-22; 10:22; 24:22; 27:40, 42, 49; 2 Ti. 4:18). Es obvio que Pablo no tiene el propósito de enseñar que las mujeres se salvan eternamente de la paga del pecado engendrando hijos. Eso sería contradictorio con la enseñanza neotestamentaria de que la salvación es por gracia mediante la fe solamente (cp. Ro. 3:19-20). El tiempo futuro y el empleo del plural indican que incluso no se está refiriendo a Eva. El plural y la ausencia de relación con el contexto muestran que Pablo no se estaba refiriendo a María, la madre de Jesús, como algunos sugieren.
Aquí Pablo enseña que, aunque una mujer precipitó la caída y las mujeres tienen esa responsabilidad, todavía pueden salvarse de ese estigma al tener hijos. El rescate, la liberación de las mujeres del estigma de haber guiado al género humano al pecado, sucede cuando ellas traen una semilla justa. ¡Qué perfecta respuesta! Las mujeres están muy distantes de ser ciudadanas de segunda clase, porque ellas tienen la responsabilidad fundamental de educar hijos piadosos. Las madres dedican mucho más tiempo a sus hijos que los padres, y por eso tienen una mayor influencia. Los padres no pueden conocer la estrecha relación que establecen las madres con sus hijos desde el embarazo, el nacimiento, la infancia y los primeros años de la niñez. El punto de Pablo es que aunque la mujer condujo al género humano al pecado, las mujeres tienen el privilegio de llevar al género humano del pecado a la piedad. Eso no quiere decir que Dios quiere que todas las mujeres tengan hijos; algunas Él no quiere incluso que se casen (1 Co. 7:25-40). Pablo habla en términos generales. El dolor asociado con el alumbramiento fue el castigo por el pecado de la mujer (Gn. 3:16), pero el gozo y el privilegio de educar a los hijos libra a las mujeres del estigma de ese pecado.
Para que las mujeres reviertan el daño que recayó sobre ellas en la caída y cumplir su llamado, ellas necesitan criar simiente santa. Para hacerlo, deben permanecer en fe, amor, de lo que depende en realidad su salvación. Y deben permanecer en santificación (santidad) con modestia (la misma palabra traducida “con pudor y modestia” en el versículo 9). Es la misma apariencia, conducta, y comportamiento que se exige de las mujeres creyentes en la iglesia, que se convierte en su liberación de cualquier estado inferior, al vivir piadosamente y criar hijos piadosos.
En este pasaje vemos cómo Dios ha balanceado perfectamente las funciones de los sexos. (Para un amplio análisis del propósito de Dios para los hombres y las mujeres en la iglesia, vea mi libro Distintos por diseño [Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz, 2004].) Los hombres deben ser líderes en la iglesia y en la familia. Las mujeres están libres de cualquier acusación de inferioridad por la piadosa influencia que tienen en la vida de sus hijos. Para la iglesia alejarse de este orden divino es perpetuar el desastre de la caída.
Pgs. 105 – 106