Del Comentario
Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada. (1 Tesalonicenses 4:11-12)
Aunque hay gran urgencia por la venida inminente del Señor, que impulsa el afán de proclamar el evangelio mientras aún haya tiempo, el apóstol Pablo no ordenó a los tesalonicenses que llevaran vidas de agitación evangelística ruidosa y frenética. En su lugar, como resultado de abundar más y más en amor fraternal, debían procurar tener tranquilidad.
En esa frase, Pablo usó las dos formas del verbo de manera casi contradictoria. Procuréis (de philotimeomai) quiere decir tener celo y esforzarse con entusiasmo, incluso considerar un honor (como en Ro. 15:20; 2 Co. 5:9); mientras que tener tranquilidad (de hēsuchazō) significa estar en silencio (como en Lc. 14:4; Hch. 21:14), no hablar algo inapropiado (véase 1 Ti. 2:11-12), quedarse tranquilo y descansando (como en Lc. 23:56). En espera del regreso del Señor, los creyentes deben llevar vidas tranquilas, libres de conflictos y hostilidades con los demás, cosa que es un testimonio poderoso del poder transformador del Evangelio.
La meta de la directriz de Pablo, como ocurrió cuando instruyó a Timoteo y a la iglesia de Éfeso a orar por quienes estaban en autoridad, era que los creyentes vivieran “quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Ti. 2:2; cp. Is. 30:15; 32:17; 2 Ts. 3:12).
La admonición de ocuparse en sus negocios era usual en los escritos griegos seculares, pero solo se usa aquí en el Nuevo Testamento. Sin embargo, no está claro si Pablo hablaba a un grupo particular dentro de la iglesia de Tesalónica o estaba tratando un asunto específico. El apóstol puede haber usado la expresión como exhortación general para que los tesalonicenses se concentraran en sus vidas, cuidaran sus trabajos y no se inmiscuyeran en los asuntos de los demás.
Pablo les exhorta de nuevo en 2 Tesalonicenses 3:11-12: “Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan”. Quienes no se ocupaban en sus negocios eran unos entrometidos (periergazomai, “desperdiciando su trabajo”), corriendo a inmiscuirse en los problemas de los demás.
El antídoto de tal comportamiento poco sabio e indisciplinado era que los tesalonicenses se dedicaran diligente y fielmente a sus ocupaciones propias (cp. Pr. 27:23-27; Gá. 6:5; Ef. 4:28; 6:5-7; Col. 3:22-24; 1 Ti. 6:1-2), se alejaran de los negocios de los demás, llevaran vidas calmadas y discretas que sirvieran a los demás creyentes y glorificaran al Señor ante los incrédulos.
El propósito subyacente a la exhortación de Pablo sobre el trabajo y que motivaba todos sus otros mandatos —amar, tener tranquilidad y preocuparse por sus negocios—, era evangelístico, de modo que los tesalonicenses se condujeran honradamente para con los de afuera. Para él, la clave del evangelismo era la integridad que los cristianos manifestaran frente a un mundo pecaminoso, confuso y agitado (cp. Job 2:3; Sal. 26:1; Mt. 5:16; Fil. 2:15-16; 1 P. 2:12). Cuando los creyentes muestran actitudes y hábitos de trabajo diligentes y viven de modo tranquilo y amoroso, que respeta la privacidad de los demás y no se entromete ni entra en chismes, se convierten en un testimonio poderoso para los incrédulos y hacen creíble el Evangelio.