Del Comentario
Vivir como es digno del Evangelio de Cristo es vivir de manera consecuente con la Palabra de Dios revelada. Eso implica llevar una vida acorde con la verdad divina que los cristianos profesan creer, predicar, enseñar y defender. En otras palabras, significa vivir con integridad en cada aspecto de la existencia. Este mandato aparece en otros pasajes del Nuevo Testamento, que exhortan a andar “como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Ef. 4:1), “como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Col. 1:10) y “como es digno de Dios, que os llamó a Su reino y gloria” (1 Ts. 2:12; cp. 4:1). Esto significa mostrarse “fieles en todo, para que en todo [los creyentes] adornen la doctrina de Dios [Su] Salvador” (Tit. 2:10), demostrando una “santa y piadosa manera de vivir”, y procurando “con diligencia ser hallados por Él sin mancha e irreprensibles” (2 P. 3:11, 14).
El mayor testimonio de la iglesia ante el mundo es la integridad espiritual. Cuando los cristianos viven por debajo de las normas bíblicas de la moral y la reverencia a su Señor, comprometen toda la verdad bíblica en lo que respecta al carácter, el plan y la voluntad de Dios. De esa manera, debilitan seriamente la credibilidad del Evangelio y su capacidad de influir en el mundo. El pueblo de Dios ha estado siempre en enemistad con el mundo, porque el mundo está en enemistad con Dios (Ro. 1:28; 5:10; Ef. 2:3; Col. 1:21). Sin embargo, difícilmente se podría esperar que el mundo abrace una fe cuyos defensores imiten tan poco sus normas de santidad y sean incapaces de demostrar el poder transformador de Cristo.
Cuando el incrédulo observa a la iglesia y no ve santidad, pureza y virtud, pareciera no existir una razón para creer en el Evangelio que profesa esta iglesia. Cuando los pastores cometen pecados escandalosos y luego son reubicados en posiciones de liderazgo en la iglesia o cuando los miembros de la congregación mienten, roban, engañan, murmuran y pelean; y cuando a las congregaciones poco parece importarles el pecado y la hipocresía en sus filas, el mundo rechaza con razón sus pretensiones de amor y servicio a Dios. Además, el nombre de Cristo es manchado y deshonrado.
El Evangelio es la buena nueva de salvación por medio de Jesucristo. Es la verdad de “que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3-4). Es el mensaje que Pablo describe como “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Ro. 1:16). La idea aquí es que quienes pertenecen a Cristo en virtud de la fe salvadora en Su Evangelio, deben demostrar ese poder a través de sus vidas transformadas (cp. 2 Co. 5:17).
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