Del Comentario
Habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de Su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de Su gloria, (Efesios 1:11-12a)
Nuestra discusión sigue aquí el orden del texto griego en el versículo 12 que también está reflejado en Ia versión Reina Valera, donde Ia frase que seamos para alabanza de Su gloria precede a "nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo" (frase que será comentada más adelante con relación a Ia perspectiva humana).
La perspectiva que Dios tiene de nuestra herencia en Cristo es dada aquí a conocer en Su predestinación, Su poder y Su preeminencia.
La predestinación de Dios. Nosotros, como cristianos, habiendo sido predestinados conforme al propósito de Dios, somos conscientes de que somos lo que somos debido a lo que Dios decidió hacer de nosotros antes que cualquier ser humano fuese creado. Desde el pasado eterno, Él declaró que todo pecador elegido, sin importar cuan vil, rebelde, inútil y merecedor sólo de muerte pudiera ser, quien confiara en su Hijo, sería hecho tan justo como Aquel en quien había depositado su confianza. Como Pablo ya ha establecido: "según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él" (v. 4).
El comentario de William Hendriksen sobre este pasaje es conciso e interesante:
Ni el azar ni el mérito humano es lo que determina nuestro destino. El propósito benévolo por el cual Dios tuvo el beneplácito de que nosotros fuésemos santos y sin mancha (versículo 4), hijos de Dios (versículo 5) y destinados a glorificarle por siempre (versículo 6, cp. versículos 12 y 14), es fijo porque forma parte de un plan mayor que abarca el universo entero. Dios no solo hizo que este plan incluyera en absoluto todas las casas que tienen Iugar en el cielo, en la tierra y en el infierno; las pasadas, presentes y aun las futuras, que pertenecen tanto a creyentes como incrédulos, a ángeles y demonios, a energías y unidades de existencia físicas y espirituales, tanto grandes como pequeñas; Él también lo lleva a cabo hasta el final. Su providencia en lo temporal abarca tanto como lo comprendido por Su decreto eterno. (New Testament Commentary: Exposition of Ephesians [Grand Rapids: Baker, 1967], p. 88)
El poder de Dios. Se trata del poder del que hace todas las cosas según el designio de Su voluntad. La palabra hace proviene de energeō, de la cual se derivan términos como energía y energético. En la mente divina de Dios, Su creatividad y Su energía son una y la misma cosa. AI crear con Su pronunciación la existencia de cada parte del mundo, éste empezó de inmediato a operar con precisión tal como Él lo había planeado. A diferencia de las casas hechas por nosotros, las creaciones de Dios no tienen que ser objeto de nuevas desafíos y prototipos, experimentos y pruebas, ni necesitan combustible o ser cargadas para funcionar. No solo son creadas para funcionar, sino que funcionan porque son creadas.
La aplicación de energía es una parte indispensable de Su plan y obra creativos. Debido a que en Su gracia admirable Dios nos eligió para ser Sus hijos, ciudadanos de Su reino y coherederos con Su Hijo, Él hará que todo esto se haga realidad. "Estando persuadido de esto", declaró Pablo, "que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Fil. 1:6). Dios lleva a cabo lo que planea. Él imparte energía a todo creyente y le da todo el poder necesario para su perfeccionamiento espiritual. No es suficiente pensar que Dios solo hace el plan. Él se encarga de hacerlo funcionar y llevarlo a cabo.
La preeminencia de Dios. A fin de que seamos para alabanza de Su gloria. Como se mencionó antes, esta frase va al comienzo del versículo doce en el texto griego; y ese orden lógico se ajusta a lo que Pablo ha estado diciendo acerca de la perspectiva de Dios con respecto a nuestra herencia. La perspectiva y obra continua del Señor es evidente en Su predestinación, en Su poder y, como vemos aquí, en Su preeminencia. El hombre es redimido con el propósito de restaurar la imagen divina que fue mancillada por el pecado. Puesto que la intención que tuvo Dios al crear a los hombres fue que ellos reflejaran a perfección la imagen divina, la meta de la salvación es la meta de la creación. Dios desea criaturas que alaben su gloria con la proclamación y el despliegue en ellos de Su propia gloria. Por esa razón Él redime a los hombres.
Las Escrituras siempre presentan la salvación desde el lado de Dios, a fin de que Él siempre reciba todo el crédito, como lo merece. En nuestra sociedad orientada a la exaltación del ser humano, el hecho de que Dios quiera tener el crédito exclusivo parece inapropiada, pero solo porque los hombres no tienen un concepto real de Su grandeza, santidad y gloria. Cualquier manera de verle que tengan, no son más que simples proyecciones de ellos mismos. La alabanza y gloria que los hombres desean tanto son por completo inmerecidas; y sus motivos para querer recibirlas son del todo pecaminosos. En cambio, Dios procura Su gloria por las razones correctas y porque Él es el único que la merece. Su deseo de gloria es santo porque la gloria es algo de lo que Él es digno de una manera suprema y única.
Por lo tanto, nuestra salvación predestinada, incluso las bendiciones eternas e ilimitadas que la acompañan, ha sido diseñada a fin de que seamos para alabanza de Su gloria.
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