miércoles, 18 de abril de 2018
Tradiciones de los hombres
(Colosenses 2)
Del Comentario
Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. (Colosenses 2:8)
A Pablo le interesaba que quienes han pasado del dominio de Satanás al reino de Cristo, nunca vuelvan a someterse al yugo de la esclavitud. Expresa esta misma inquietud en Gálatas 5:1: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Lo que indica el uso del imperativo presente blepō (mirad) es que Pablo les pide a los colosenses que velen sin cesar debido al peligro que les rodea. La iglesia enfrenta constantemente la amenaza de los falsos maestros. Jesús dice en Mateo 7:15: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Luego en Mateo 16:6 nos advierte: “Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos”.
Los apóstoles también advirtieron a la iglesia contra los falsos maestros. Pablo previno a los ancianos de la iglesia de Éfeso diciendo: “después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad” (Hch. 20:29-31). A los filipenses escribió: “Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo” (Fil. 3:2). Pedro también advierte acerca del peligro de los falsos maestros. Escribe en 2 Pedro 3:1: “Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento”.
De manera específica, Pablo amonesta a que nadie los engañe. Esta expresión viene de sulagōgeō, una palabra rara que aparece solo en el Nuevo Testamento y en ningún escrito griego profano hasta un tiempo muy posterior a la época de Pablo. Sulagōgeō es una palabra compuesta a partir de sulē, “presa” y agō, “llevarse”. Su sentido textual es “secuestrar” o “capturar como presa o botín de guerra”. El mismo concepto se encuentra en 2 Timoteo 3:6, donde Pablo advierte acerca de “los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias”. Para Pablo, era inaceptable que quienes habían sido rescatados y redimidos estuvieran en riesgo por la ignorancia, y en medio de la guerra espiritual terminaran siendo víctimas de algún depredador por una falsa doctrina.
Un motivo de gran dolor para el corazón de cualquier pastor es sin duda saber que los hijos espirituales terminen siendo víctimas de las peligrosas falsas doctrinas, cayendo en falsos cultos por causa de su inmadurez. Con todo, muchos han caído víctimas del engaño por falsas doctrinas que aparentaban ser verdaderas. Uno de los deberes primordiales de los líderes de la iglesia es proteger al rebaño de los lobos y los hombres perversos (Hch. 20:28-32) que atacan al rebaño para arrastrarlos y llevarlos cautivos.
Acerca de los medios que utilizan los falsos maestros para engañar a los colosenses, Pablo es claro en mencionar las filosofías y huecas sutilezas. El término philosophia (filosofía) aparece solo en este versículo en el Nuevo Testamento. Como hemos visto, significa “amor por la sabiduría”. En este pasaje se utiliza en un sentido mucho más amplio que en el ámbito académico, ya que “la filosofía no se limita a las especulaciones judías y gnósticas acerca de las cuales Pablo advirtió a los cristianos de Colosas” (Mark M. Hanna, Crucial Questions in Apologetics [Preguntas cruciales de apologética] [Grand Rapids: Baker, 1981], p. 11). El historiador Adolf Schlatter anotó: “Todo lo relacionado con las teorías acerca de Dios, del mundo y del significado de la vida humana era denominado en ese tiempo ‘filosofía’, no solo en las escuelas seculares, sino en las escuelas judías ubicadas en las ciudades griegas” (The Church in the New Testament Period [La iglesia en el período del Nuevo Testamento] [Londres: SPCK, 1955, reimpresión], pp. 150-154).
Josefo, el historiador judío del siglo I escribió: “Existen tres sectas filosóficas entre los judíos. Los seguidores de la primera se denominan fariseos, los de la segunda saduceos y los de la tercera secta, cuya pretensión es ejercer una disciplina más severa, son los esenios” (Guerras judías, 2.8.2). Así que el término en griego era lo bastante amplio como para abarcar todas las sectas religiosas. El uso del artículo definido junto con la palabra filosofías, indica que Pablo se refería aquí a las creencias específicas de los herejes colosenses. Lo más probable es que se refiera al conocimiento superior y trascendental que ellos pretendían alcanzar mediante la experiencia mística.
Pablo prosigue describiendo esta filosofía como huecas sutilezas. Lightfoot escribió al respecto: “La ausencia tanto de la preposición como del artículo en la segunda cláusula señala que kenēs apatēs [huecas sutilezas] describe y califica a philosophia” (St. Paul’s Epistles to the Colossians and to Philemon [Epístolas de San Pablo a los colosenses y a Filemón] [1879, Grand Rapids: Zondervan, 1959, reimpresión], p. 178). A su vez, tradujo la frase de la siguiente manera: “a través de su filosofía que es un fraude hueco” (p. 178). Aunque los falsos maestros de Colosas consideraban que sus ideas eran el compendio de la sabiduría, Pablo las desecha como huecas sutilezas.
Apatēs (sutilezas) significa “un engaño, un fraude, un artificio”. La filosofía de los falsos maestros de Colosas no era lo que parecía ser. Sonaba bien y seducía la mente de aquellos a quienes engañaba, pero era una mera ilusión insulsa. Dicha filosofía humana y especulativa carece por completo de valor, sin importar cuán profunda y religiosa parezca.
El comentarista Herbert Carson expresa una advertencia muy apropiada:
No cabe la menor duda de que la filosofía sería aceptada por Pablo en el sentido simple de un amor por el conocimiento y un anhelo por la verdad. No obstante, ante la filosofía en su sentido más avanzado que subraya la primacía de la razón humana, Pablo se opondría rotundamente… por ende, aunque el cristiano puede evaluar de cierta manera negativa la filosofía especulativa, permanecerá vigilante no sea que termine estudiando la revelación no como un creyente, sino como un humanista. Esto no significa que deba mantener una fe ciega e irracional. Pero sí que, en vez de estudiar las Escrituras a la luz de los supuestos filosóficos y así perjudicar su interpretación, acepte los límites de su intelecto y sea consciente del hecho de que su propia mente actúa bajo la influencia de su naturaleza pecaminosa. De este modo, estará en disposición de ser enseñado por el Espíritu Santo y reconocerá que la Palabra de Dios, y no su propia razón, es quien dictamina la verdad (The Epistles of Paul to the Colossians and Philemon [Las epístolas de Pablo a los colosenses y a Filemón] [Grand Rapids: Eerdmans, 1976], p. 62).
Pablo menciona dos fuentes de las cuales brotan las huecas sutilezas. La primera se basa en las tradiciones de los hombres. Tradición viene de paradosis, y se refiere a aquello que se transmite de una persona a otra. El simple hecho de que las personas hayan creído en algo transmitiéndolo a través de los años, no significa que sea verdad. Muy a menudo la tradición solo sirve para perpetuar el error.
Un estudio de la historia de la filosofía sirve para ilustrar este punto. La mayoría de los filósofos han basado su trabajo en la obra de otros filósofos que les han precedido, ya sea para perfeccionar su sistema o para rebatirlo. Francis Schaeffer señaló: “Un hombre podría trazar un círculo y decir ‘usted puede vivir en este círculo’. Otro hombre podría tacharlo y trazar un nuevo círculo. Luego vendría otro a hacer lo mismo dibujando su propio círculo y así sucesivamente, hasta el infinito”. (The God Who Is There [El Dios que está presente] [Downers Grove, Ill.: InterVarsity, 1973], p. 17).
El judaísmo del primer siglo es otro ejemplo de los efectos de la tradición. Los líderes y maestros judíos habían introducido tantas costumbres, rituales y enseñanzas a la Palabra de Dios, que ya no era posible distinguirla de las tradiciones de los hombres. Marcos 7 relata una conversación entre los escribas, los fariseos y Jesús acerca de este tema. En el versículo 5, le preguntaron a Jesús: “¿Por qué Tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos?”. Jesús les responde en los versículos 8 al 9: “porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres… bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición”.
Los gentiles también tenían sus tradiciones. Pedro utilizó la misma palabra griega en otro contexto al escribir a los gentiles en 1 Pedro 1:18: “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis [mediante la tradición] de vuestros padres”. Aún en nuestros días se suele utilizar como argumento a favor de la evolución la falsa declaración de que “es lo que los científicos han creído desde siempre”. En todos los ejemplos anteriores, la tradición no era más que ignorancia y falsedad transmitidas de generación en generación. Se trata de tradiciones de hombres y no de Dios (2 Ts. 3:6), que es la única fuente de verdad.
Una segunda fuente de esta falsa filosofía se encuentra en los rudimentos del mundo. Resulta difícil reconstruir el sentido exacto de esta frase. Stoicheia (rudimentos) se refiere en su sentido más simple a las letras del alfabeto. Textualmente significa “cosas en serie”. De ahí que Pablo pudiera describir el sistema de falsa doctrina de los herejes colosenses en términos de algo demasiado elemental y simple como para convenir a adultos espiritualmente maduros. Aceptar sus enseñanzas equivaldría a rebajarse y retroceder en la enseñanza madura de las Escrituras basada en una sabiduría y pensamiento avanzados hasta una enseñanza infantil que corresponde a una religión inmadura basada en pensamientos pueriles.
Abandonar la verdad bíblica por abrazar una filosofía hueca es como regresar a los cursos para preescolares después de haber alcanzado un doctorado. Pablo escribe:
Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. (1 Co. 1:18-21)
La misma frase se encuentra en Gálatas 4:3: “Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo”. Una vez más, aquí resulta evidente el elemento de inmadurez. Sea que hablemos del judaísmo del primer siglo como es el caso en Gálatas, o de la falsa enseñanza que amenazaba a los colosenses, la religión humana es siempre retrógrada, trivial, superficial, inferior, primitiva y carente de trascendencia. No imparte una verdad nueva ni profunda. Y lo más nefasto de todo es que en su esencia misma pretende alcanzar la salvación por obras.
Existe un segundo sentido para stoicheia, aunque menos probable. Podría referirse a espíritus elementales; ya sea supuestas emanaciones de Dios o seres espirituales que las personas en la antigüedad relacionaban con las estrellas y los planetas. La astrología no es algo nuevo. Muchos de los grandes hombres del mundo antiguo, tales como Alejandro Magno y Julio César creían en ella de manera tácita. Las personas que creían en la astrología caían en las garras de un determinismo rígido. El movimiento de las estrellas y de los planetas controlaba su destino, a menos que tuvieran el conocimiento oculto necesario para escapar de su control. Este conocimiento secreto es el mismo que pretendían poseer los falsos maestros. Ya que muchos de los colosenses habían creído en la astrología antes de llegar a la salvación, Pablo estaba también previniéndolos acerca de esta falsa enseñanza. En cualquiera de los dos casos, lo que los herejes ofrecían no era un progreso en el conocimiento espiritual, sino un retroceso a un estado espiritual pueril y a una doctrina de demonios (cp. 1 Ti. 4:1).
Pages 102 – 107
Colosenses/Filemón $16,00John MacArthur nos presenta otro comentario profundo y absorbente. Los lectores encontrarán que este es un recurso indispensable para su estudio de estas epístolas. John MacArthur lleva al lector a través de un estudio expositivo de los libros de Colosenses y Filemón,... |