Del Comentario
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; (Apocalipsis 1:3a)
El libro de Apocalipsis inicia y termina con promesas de bendición (bienaventuranzas, como en Mt. 5:3-12) para quienes lo leen y lo obedecen (cp. 22:7; Lc. 11:28). Pero estas son solo dos de las siete promesas de bendición que contiene el libro; el resto son igualmente maravillosas: "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen" (14:13). "He aquí, Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza" (16:15); "Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero" (19:9); "Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección" (20:6); "Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad" (22:14). Los tres verbos traducidos lee, oyen y guardan están en tiempo presente. El leer, oír y obedecer las verdades enseñadas en el libro de Apocalipsis (y en el resto de la Biblia) deben ser una forma de vida para los creyentes. El cambiar del singular el que lee al plural los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas describe un culto de la iglesia del primer siglo. Era una práctica común cuando Ia iglesia se reunía, que una persona leyera las Escrituras en voz alta para que todos oyeran (cp. 1 Ti. 4:13). El doctor Robert L. Thomas explica que "como los materiales para escribir eran caros y escasos, así también lo eran las copias de los libros que formaban parte del canon bíblico. Por regla general, una copia por asamblea era lo mejor a lo que se podía aspirar. La lectura pública era el único medio por el que los cristianos que eran personas comunes y corrientes podían conocer el contenido de esos libros" (Revelation 1-7: An Exegetical Commentary [Apocalipsis 1-7: Un comentario exegético] [Chicago: Moody, 1992], 60). Como solamente las Escrituras debían leerse públicamente, para Juan su "intención obvia de que el Apocalipsis debía leerse públicamente, ofreció un argumento convincente desde el principio de que debía incluirse entre esos libros que con el tiempo serían reconocidos como parte del canon neo testamentario" (Thomas, Revelation 1-7 [Apocalipsis 1-7], 62-63). El libro de Apocalipsis es la palabra final de Dios al hombre, la culminación de la revelación divina. Su escrito marca la conclusión del canon bíblico (cp. 22:18-19), y su alcance abarca el futuro completo de la historia de la redención (1:19). Por lo tanto, es imprescindible que los creyentes presten diligente atención a las verdades que contiene.
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