Del Comentario
Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. (Juan 6:11)
Con sencillez y sin hacer fanfarria, tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces. El Señor no creó una gran cantidad de comida en un instante; más bien, continuamente “partió los panes, y dio a Sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos” (Mr. 6:41). La multitud atónita, sentada en la ladera verde aquella noche, fue testigo del Dios Creador en acción.
Mateo, Marcos y Lucas registran que el Señor repartió la comida a la multitud a través de Sus discípulos. Por supuesto, Jesús no necesitaba usarlos; con la misma facilidad podría haber distribuido la comida para la multitud por medios sobrenaturales. Sin embargo, Dios suele obrar por medio de humanos débiles y falibles. Usó a Moisés, quien era “muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” (Nm. 12:3), para liberar a Su pueblo de la atadura egipcia; usó a Gedeón, el hijo menor de la familia menos importante de Manasés (Jue. 6:15), para liberar a Israel de los madianitas; y usó a David, un pastorcillo desconocido, para matar a Goliat, poderoso guerrero; y librar a Israel de los filisteos. Pablo recordó a los corintios orgullosos y arrogantes: “Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte” (1 Cor. 1:27).
El Señor no hace las cosas a medias. En lugar de lo poco que expresó Felipe con sus dudas (v. 7), todos comieron cuanto querían hasta que se hubieron saciado.