Del Comentario
Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. (Filipenses 4:2-3)
Puesto que el conflicto entre personas destacadas en la iglesia genera inestabilidad en toda la congregación, las dos mujeres que contendían en Filipos representaban un peligro para la estabilidad de toda la iglesia. Existía una posibilidad real de que los filipenses cayeran en la crítica, la amargura, la venganza, la hostilidad, el rencor y el orgullo. Pablo sabía que a menos que se tomaran prontas medidas al respecto, la iglesia filipense podía desintegrarse en sectores hostiles generadores de división. Era imperativo que los filipenses fueran “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4:3; cp. Col. 3:14).
El hecho de que Pablo reitera su ruego evidencia que habla en un tono de súplica, a la vez que los anima a resolver el conflicto entre las dos mujeres. Puede resultar desconcertante que el apóstol mencione un asunto que parece tan insustancial después del tema doctrinal tan excelso que acaba de presentar en el capítulo 2 y de las advertencias contra los falsos maestros del capítulo 3. Sin embargo, Pablo comprendió que la discordia y la división constituyen una amenaza igualmente paralizante. Incluso si la doctrina de una iglesia es sana, la falta de unidad mina su poder y destruye su testimonio. La iglesia que enfrenta enemigos externos no puede permitirse tener en su seno miembros que pelean entre sí. Esa clase de conflictos internos abren con frecuencia la brecha para los ataques de los enemigos de la cruz. La discordia, la falta de unidad y el conflicto resultantes habrían podido acabar con la integridad del testimonio de la iglesia filipense.
Ya antes la epístola presenta indicios de la preocupación de Pablo por la unidad de la iglesia filipense. En 1:27 les instó: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. Y en 2:2 les suplicó: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”. El hecho de que el gozo de Pablo no era completo señala que había algún desacuerdo en la congregación filipense. Otro indicio de discordia entre los filipenses es la exhortación del apóstol: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas” (2:14).
Lo que antes Pablo había sugerido, aquí lo trata de manera directa. Poco se sabe acerca de Evodia y Síntique, pero hay varios hechos evidentes en cuanto a la situación. Primero, que eran miembros de la iglesia, no alborotadoras ajenas a la congregación. Segundo, era obvio que su conflicto no era de índole doctrinal. De serlo, Pablo lo habría resuelto defendiendo la posición correcta y reprendiendo la que estaba en el error. Tercero, eran mujeres notables, muy respetadas por la congregación filipense. Incluso es probable que hayan escuchado a Pablo pre- dicar en la ribera del río Gangites en su primera visita a Filipos (Hch. 16:13). El conflicto entre estas mujeres ya producía bastante desavenencia en la comunión de la iglesia filipense.
La solución de Pablo al conflicto fue simple y directa: Mandó que las dos mujeres involucradas fueran de un mismo sentir en el Señor. Hay un momento en que el conflicto es aceptable, o sea, cuando la verdad está en juego. Pablo llegó a confrontar a Pedro cuando este último estaba en un error: “Cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar” (Gá. 2:11). El apóstol Juan tampoco eludió el conflicto por causa de la verdad: Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia (3 Jn. 9-10).
Por el contrario, los conflictos personales intrascendentes deben resolverse para recuperar la armonía, así que Pablo les mandó a Evodia y Síntique a ser de un mismo sentir. El texto griego dice literalmente “ser de un mismo pensar”, un prerrequisito esencial si los cristianos han de vivir en armonía. A la iglesia corintia conflictiva y partidista Pablo escribió: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Co. 1:10). Pedro también exhortó a sus lectores diciendo: “Sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1 P. 3:8). El acuerdo entre Evodia y Síntique era esencial, y esa armonía debían buscarla en el Señor. Pablo sabía que si ambas buscaban estar bien con el Señor, la relación entre ellas también lo estaría.