Del Comentario
En lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; (Colosenses 1:24a)
Para dejar claro que el gozo no depende de las circunstancias, Pablo les dice a los colosenses que se regocija en lo que padece por ellos. Este padecimiento se refiere a su encarcelamiento (Hch. 28:16, 30), condición en la cual se encontraba al escribir Colosenses. Pablo podía regocijarse a pesar de su encarcelamiento porque siempre se vio a sí mismo como un prisionero de Jesucristo, no del Imperio Romano (cp. Flm. 1, 9, 23).
La iglesia primitiva tenía en gran estima al sufrimiento por causa del nombre de Cristo. En Hechos 5:41, los apóstoles “salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre”. Pablo escribió a los filipenses: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él” (Fil. 1:29). ¿Por qué razón el sufrimiento era una fuente de gozo? El Nuevo Testamento señala al menos cinco razones.
Primero, el sufrimiento acerca a los creyentes a Cristo. Pablo escribió: “a fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la participación de Sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en Su muerte” (Fil. 3:10). El fruto que produce el sufrimiento por causa de Cristo es una comprensión más profunda de lo que Cristo mismo experimentó al sufrir.
Segundo, el sufrimiento es garantía de que el creyente pertenece a Cristo. Jesús dijo: “Si el mundo os aborrece, sabed que a Mí me ha aborrecido antes que a vosotros” (Jn. 15:18). Puesto que “el discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor” (Mt. 10:24), nosotros también experimentaremos sufrimiento. Pablo previno a Timoteo acerca de esto: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3:12). Pedro, hablando a los cristianos que sufren, dice: “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros” (1 P. 4:14). El sufrimiento hace que los cristianos sintamos la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, el cual es garantía de nuestra salvación.
Tercero, el sufrimiento trae una recompensa futura, “si es que padecemos juntamente con Él [Cristo], para que juntamente con Él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro. 8:17-18). “Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias” (2 Co. 4:17).
Cuarto, el sufrimiento puede redundar en la salvación de otros. La historia de la iglesia contiene innumerables casos de personas que han venido al conocimiento de Cristo tras haber visto a otros cristianos soportar el sufrimiento.
Quinto, el sufrimiento produce frustración en Satanás. Él desea que el sufrimiento nos desplome, pero Dios hace que de este salga lo bueno.
La frase y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por Su cuerpo, que es la iglesia, ha sido objeto de múltiples controversias. Los católicos han llegado a pensar que se trata de una referencia a los sufrimientos de los cristianos en el purgatorio. Sostienen que el sufrimiento de Cristo no fue suficiente para limpiar nuestros pecados por completo. Corresponde entonces a los cristianos completar lo que hizo falta del sufrimiento de Cristo por ellos mediante su propio sufrimiento después de la muerte. Sin embargo, esta teoría no puede ajustarse al pensamiento de Pablo, que acaba de demostrar que Cristo, y solo Él, es suficiente para reconciliarnos con Dios (1:20-23). Dar marcha atrás en este punto para enseñar que los cristianos debemos pagar por nuestros propios pecados arruinaría por completo su argumento. El Nuevo Testamento declara con vehemencia que los sufrimientos de Cristo no requieren añadidura alguna. La obra de salvación fue completa mediante la muerte de Cristo en la cruz. Debemos recordar también que los herejes colosenses enseñaban que las obras del hombre eran necesarias para la salvación. De manera que enseñar a los creyentes la necesidad del sufrimiento para expiar los pecados, sería caer por completo en manos de los herejes. La idea de que Pablo se refiere al sufrimiento en el purgatorio queda por completo descartada al examinar el contenido general de la epístola, el contexto inmediato del pasaje y al notar la total ausencia de referencias al purgatorio en las Escrituras. Por último, thlipsis (aflicciones) no se utiliza en el Nuevo Testamento para referirse a los sufrimientos de Cristo.
En mi carne indica el sufrimiento físico de Pablo. Cuando dice “y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia”, señala que el sufrimiento físico que padece a manos de quienes por odio persiguen a Cristo, es el resultado de su actividad en aras del beneficio y crecimiento de la iglesia. No fue su personalidad lo que produjo las ofensas y la hostilidad en contra de él, sino su ministerio para con el Cuerpo de Cristo.
¿En qué sentido los sufrimientos de Pablo completaban lo que falta de las aflicciones de Cristo? En el sentido que Pablo estaba experimentando la persecución de la cual Cristo mismo sería objeto. Jesús, habiendo ascendido al cielo, estaba fuera del alcance de Sus opositores. Pero no quedando satisfechos con el sufrimiento que le produjeron, Sus enemigos prosiguieron con el mismo odio contra quienes predicaban Su mensaje. Fue en este sentido que Pablo cumplió lo que faltaba de las aflicciones de Cristo. En 2 Corintios 1:5, Pablo escribió: “Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación”. Pablo llevaba en su cuerpo las marcas de la persecución que iba dirigida a Cristo (Gá. 6:17; cp. 2 Co. 11:23-28). No solo Pablo sufrió por Cristo, sino también por causa de la iglesia (2 Ti. 2:10). Quienes desean representar a Cristo y servir a Su iglesia deben estar dispuestos a sufrir por causa de su nombre.
Pages 78 – 80