lunes, 23 de abril de 2018
¿Debería el pecado frustrar los cristianos?
(Romanos 7)
Del Comentario
LA CONDICIÓN
Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. (Romanos 7:14)
La conjunción porque indica que Pablo no está entrando a un nuevo tema sino que está dando una defensa de lo que acaba de decir. Él empieza afirmando nuevamente que la ley no es el problema, porque la ley es espiritual. La salvación por gracia a través de la fe no reemplaza ni devalúa Ia ley, porque la ley nunca ha sido un medio de salvación. Como se observó previamente, Hebreos 11 y muchos otros pasajes de las Escrituras dejan en claro que el único medio de salvación siempre ha sido la provisión y el poder de la gracia de Dios obrando a través del canal de la fe del hombre.
"Mas yo", continúa Pablo, "todavía soy carnal, todavía soy de la tierra y soy mortal". Es importante advertir que el apóstol no dice que todavía esté en la carne sino que la carne sigue siendo parte de él. Él ha explicado que los creyentes ya no están "en la carne" (7:5; cp. 8:8), no están más ligados y esclavizados a su pecaminosidad como lo estuvieron en el pasado. La idea es que, aunque los creyentes ya no están en la carne, la carne todavía está en ellos. En su primera carta a la iglesia de Corinto, Pablo describe a los cristianos allí como "carnales, como... niños en Cristo" (1 Co. 3:1). Como el apóstol confiesa más adelante en el pasaje presente, haciendo uso del tiempo presente: "Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien" (7:18). Aun siendo un apóstol de Jesucristo, él poseía un residuo de la pecaminosidad que caracteriza a todos los seres humanos, incluso los que, en Cristo, son salvados de su dominación total y de su condenación eterna.
No obstante, el espíritu del cristiano, su hombre interior, ha sido limpiado de pecado por completo y para siempre. Es por esa razón que en el momento de la muerte, el cristiano se encuentra preparado para entrar a la presencia de Dios en perfecta santidad y pureza. Debido a que su nuevo nacimiento espiritual ya ha tenido lugar, en el momento de la muerte, su carne, al lado de todos sus residuos de pecado, es dejada atrás definitivamente.
Todo cristiano honesto y bien enseñado está al tanto de que su vida está muy alejada del estándar perfecto de justicia de Dios y que retrocede y cae en pecado con frecuencia perturbadora. Él ya no pertenece a su padre anterior, el diablo (Jn. 8:44), ya no ama al mundo (1 Jn. 2:15) y para siempre ha dejado de ser un esclavo del pecado; pero todavía sigue sujeto a su capacidad de engaño y se ve atraído hacia muchos de sus encantos, por así decirlo. De todas maneras, el cristiano no puede sentirse feliz con su pecado, porque es algo contrario a su nueva naturaleza y porque él sabe que aflige a su Señor así como a su propia conciencia.
Se cuenta la historia de un incrédulo que cuando escuchó el Evangelio de salvación por gracia solamente, hizo este comentario: "Si yo pudiera creer que la salvación es gratuita y se recibe por fe únicamente, entonces yo creería y después me embutiría de pecado". La persona que le estaba testificando contestó con sabiduría: "¿Cuánto pecado cree usted que se necesitaría para atiborrar a un cristiano verdadero y dejarlo satisfecho?" Lo que quiso dar a entender fue que una persona que no ha perdido su apetito por el pecado no puede haberse convertido de verdad.
La expresión vendido al pecado ha ocasionado que muchos intérpretes no capten el punto que Pablo quiere mostrar; y esto les ha llevado a tomar esas palabras como evidencia de que la persona de la cual se está hablando aquí no es un cristiano. Sin embargo, Pablo emplea una frase similar en el versículo 23, donde aclara que solamente sus miembros, esto es, su cuerpo carnal es "cautivo a la ley del pecado". Esa parte residual de su condición humana no redimida sigue siendo pecaminosa y en consecuencia, está en guerra cruenta en contra de la parte nueva y redimida de su ser, la cual ya no es cautiva del pecado sino que se ha convertido en su enemigo declarado.
Las palabras fuertes de Pablo acerca de su condición no indican que el fuera salvo en aquel entonces de una manera parcial únicamente, sino que más bien destacan el hecho de que el pecado puede seguir teniendo un poder terrible en la vida de un cristiano y que esto no es algo que pueda tomarse a la ligera. La batalla del creyente con el pecado es extenuante y dura toda la vida; y como Pablo señala mas adelante en este capítulo, incluso cualquier cristiano honesto puede decir en verdad: "Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien" (Ro. 7:18). En el mismo, es decir, en lo que queda de su ser carnal, un cristiano no es más santo o más libre de pecado de lo que era antes de la salvación.
Probablemente muchos años después de convertirse en un creyente, David oro: "Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a la multitud de Tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí" (Sal. 51:1-3). La traducción en la Nueva Versión Internacional del versículo 5 de ese salmo ofrece una útil elucidación: "Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre". David entendió bien la verdad que el apóstol Juan proclamaría más tarde a los creyentes: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y Su palabra no está en nosotros" (1 Jn. 1:8-10).
Fue en ese espíritu humilde que Isaías, aunque era un profeta de Dios, confesó al estar de pie ante el trona celestial: "[Soy un] hombre inmundo de labios" (Is. 6:5). Al igual que Isaías, entre más se acerca un cristiano a Dios, puede percibir con mayor claridad la santidad del Señor por un lado y su propia pecaminosidad por el otro.
El comentarista C. E. B. Cranfield observó: "Entre mayor es la seriedad con que un cristiano se empeña en vivir con base en la gracia y someterse a la disciplina del Evangelio, más sensible se torna en cuanto al hecho de que incluso sus mejores actos y actividades son desfigurados por el egoísmo que sigue teniendo fuerza en su interior, y el cual no deja de ser un mal porque se disfrace ahora más sutilmente que en su vida vieja" (A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle to the Romans Edinburgh: T & T Clark, 1975], 1:358).
Thomas Scott, un predicador evangélico de la iglesia anglicana a finales del siglo dieciocho y principios del diecinueve, escribió que cuando un creyente "compara sus logros actuales con la espiritualidad de la ley, y con su propio deseo e intención de obedecerla, se da cuenta de que sigue siendo carnal a un alto grado en el estado de su mente; y que continua bajo el poder de las propensiones a la maldad, de las cuales (como si fuera un hombre vendido para ser esclavo) no puede emanciparse por completo a sí mismo. Él es carnal en proporción exacta al grado en que se aleja de una conformidad perfecta a la ley de Dios" (citado por Geoffrey B. Wilson en Romans: A Digest of Reformed Comment [Londres: Banner of Truth, 1969], p. 121).
El pecado es tan perverso y poderoso, que incluso se aferra a una persona redimida y contamina su vida diaria frustrando así su deseo interno de obedecer la voluntad de Dios.
LA PRUEBA
Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. (Romanos 7:15)
La prueba que Pablo presenta para demostrar que el pecado seguía morando en él se basa en la realidad de su situación: lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
Ginōskō (entiendo) tiene el significado básico de adquirir conocimiento con relación a algo o alguien, un conocimiento que va más allá de los hechos concretos. Por extensión, el término se empleaba con frecuencia para aludir a la relación especial entre la persona que conoce y el objeto de conocimiento. Se empleaba normalmente para referirse a la relación íntima entre esposo y esposa, y entre Dios y Su pueblo. Pablo utiliza el término en ese sentido para representar la relación entre la persona salva y el Salvador. "Más ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?" (Gá. 4:9). Por vía de una extensión adicional, la palabra se utilizaba en el sentido de aprobar o aceptar algo o a alguien. "Pero si alguno ama a Dios", dice Pablo, "es conocido [aceptado] por Él" (1 Co. 8:3).
Ese parece ser el significado de la palabra aquí, y es compatible con la segunda mitad de la frase. Pablo se encontró a sí mismo haciendo cosas que no aprobaba. No era que l fuese incapaz de hacer una cosa buena en particular, sino que cuando vio la plenitud y grandeza de la ley de Dios, no fue capaz de responder por completo a la altura de Sus demandas perfectas. No era que él nunca pudiera hacer cualquier cosa buena en absoluto, ni que fuese incapaz de obedecer fielmente a Dios. El apóstol más bien estaba expresando un conflicto interno del tipo más profundo que existe, en el que su deseo sincero y de todo corazón era cumplir el espíritu así como la letra de la ley (véase 7:6), pero dándose cuenta de que era incapaz de vivir a la altura de las normas perfectas del Señor y del propio deseo de su corazón.
No era la conciencia de Pablo lo que le estaba perturbando a causa de algún pecado no perdonado o de una vacilación pecaminosa en seguir al Señor. Era su hombre interno, creado de nuevo a semejanza de Cristo y habitado por su Espíritu, el que ahora podía ver algo de Ia santidad, Ia bondad y Ia gloria verdaderas de Ia ley de Dios, y se sentía afligido con Ia más mínima infracción o insuficiencia en su cumplimiento personal de esa ley perfecta. En un contraste rotundo frente a la satisfacción individual que tenía antes de su conversión, cuando se consideraba a sí mismo libre de culpa ante Ia ley de Dios (Fil. 3:6), ahora Pablo se daba cuenta de cuán lejos estaba su vida de la ley perfecta de Dios, aun siendo él un creyente lleno del Espíritu y un apóstol de Jesucristo.
Ese espíritu de humilde contrición es una marca de todo discípulo espiritual de Cristo que clama: "Señor, no puedo ser todo lo que Tú quieres que yo esa, soy incapaz de cumplir del todo Tu ley perfecta, santa y gloriosa". En medio de una gran frustración y tristeza, el creyente confiesa con Pablo, no hago lo que quiero.
LAFUENTE
Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que Ia ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. (Romanos 7:16-17)
Ahora Pablo trata con la razón, o la fuente de su incapacidad para cumplir la ley a perfección, y empieza con una salida defensa del estándar divino. "Sin importar cuál sea la razón por la cual lo que no quiero, esto hago", dice él, "esto no es culpa de la ley. Yo estoy de acuerdo con la ley en todos sus detalles. Mi nuevo hombre, la nueva criatura donde ha sido implantada la semilla eterna e incorruptible de Dios, lo confiesa de todo corazón y por esta razón yo apruebo que Ia ley es buena. En mi ser redimido yo anhelo con toda sinceridad honrar la ley y cumplirla a perfección"
Todo cristiano verdadero tiene en su corazón una percepción consciente de la excelencia de Ia ley de Dios, y entre más vaya madurando en Cristo, mayor será su nivel de percepción y enaltecimiento de la bondad, la santidad y la gloria de la ley. Entre más profundo sea su compromiso con el Espíritu Santo para la dirección de su vida, su amor por el Señor Jesucristo será cada vez más profundo, su percepción de la santidad y la majestad de Dios será más profunda, y tanto mayor será su anhelo de cumplir cabalmente la ley de Dios.
Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Cuál es la fuente de nuestro fracaso en vivir conforme a las normas de Dios y a nuestros propios deseos internos de perfección? "De manera que ya no soy yo quien hace aquello", explica Pablo, "sino el pecado que mora en mí".
Pablo no estaba tratando de escapar de su responsabilidad personal. No estaba mezclando el Evangelio puro con el dualismo filosófico griego que posteriormente invadió a la iglesia primitiva y sigue siendo popular en algunos círculos eclesiásticos de la actualidad. El apóstol no estaba enseñando que el mundo del espíritu es toda bondad y que el mundo físico es totalmente maligno, como la influyente filosofía gnóstica de su tiempo lo argumentaba. Los proponentes de esa escuela profana de pensamiento desarrollan de forma invariable una gran insensibilidad moral. Ellos justifican su pecado afirmando que es enteramente el producto de sus cuerpos físicos que de todas maneras van a ser destruidos, mientras que la persona interna y espiritual conserva su bondad innata y permanece intacta, sin que importe en absoluto lo que se haga con el cuerpo y sin que le toque rendir cuentas por ello.
El apóstol ya había confesado su propia complicidad con el pecado. "Yo soy carnal, vendido al pecado" (7:14). Si el cristiano interno "real" no fuera responsable por el pecado en su vida, no tendría razón para confesarlo ni necesidad de ser limpiado y perdonado de pecado. Como se indica arriba, Juan deja claro que una pretensión de no pecaminosidad hace a Dios mentiroso y constituye la prueba de que su Palabra no está en nosotros (1Jn. 1:10). Un creyente verdadero está reconociendo y confesando continuamente su pecado (v. 9).
A lo largo de este capítulo, Pablo ha hablado en términos personales y no técnicos. No ha estado trazando precisas distinciones teológicas entre la vieja vida previa a la conversión de un creyente y su nueva vida en Cristo. Ciertamente, no estaba enseñando que un cristiano tenga dos naturalezas o dos personalidades. Solamente existe una persona salvada, de la misma forma que antes de su salvación solamente había una persona perdida.
En el versículo 17, sin embargo, Pablo se torna más técnico y opta por una mayor precisión teológica en su terminología. Se había dado un cambio radical en su vida, como ha ocurrido en la vida de todo creyente. Ouketi (ya no) es un adverbio negativo de tiempo que indica un cambio completo y permanente. El nuevo yo de Pablo, su nuevo hombre interno, ya no aprueba el pecado que todavía trata de aferrarse a él por medio de la carne. Mientras que antes de su conversión su ser interior aprobaba el pecado que él cometía, ahora su ser interior, un hombre interior completamente nuevo, lo desaprueba enérgicamente. Él explica la razón para este cambio en su carta a los Gálatas: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gá. 2:20).
Después de la salvación, el pecado, como si fuera un gobernante depuesto y exiliado, ya no reina en la vida de una persona, pero se las arregla para sobrevivir. Ya no reside en el ser interior más profundo de la persona, pero encuentra su habitáculo residual en su carne, en la humanidad no redimida que permanece con el creyente hasta su encuentro con el Señor en el arrebatamiento o en la muerte. "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis" (Gá. 5:17).
En esta vida, los cristianos son en cierto sentido como un artista sin destreza que contempla una bella escena que quiere retratar, pero su falta de talento le impide hacer justicia al panorama. La falla no es del paisaje o la escena, ni del lienzo, los pinceles o la pintura, sino del pintor. Por eso es que necesitamos pedir al maestro pintor, Jesucristo, que ponga Su mano sobre la nuestra a fin de poder pintar los trazos que, con independencia de Él, nosotros nunca podríamos producir. Jesús dijo: "Separados de Mi nada podéis hacer" (Jn. 15:5). La única manera que podemos vivir en victoria es andar por el mismo Espíritu de Cristo y en Su poder, a fin de no satisfacer "los deseos de la carne" (Gá. 5:16).
Pages 428 - 433
Romanos $19,00John MacArthur lleva al lector a través de un estudio expositivo del libro de Romanos según lo registrado por el apóstol Pablo. La mayoría de los grandes avivamientos y reformas en la historia de la iglesia han estado relacionados directamente con esta carta.... |