Del Comentario
Porque por gracia sois salvos por medio de Ia fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)
Nuestra respuesta en la salvación es Ia fe, pero ni siquiera esto es de nosotros, pues es don de Dios. La fe no es algo que ejercemos en nuestro propio poder o con nuestros propios recursos. En primer Iugar, no tenemos poder ni recursos adecuados para ello. Además de esto, Dios preferiría que no confiásemos en tales cosas aun si las tuviéramos. De otro modo la salvación sería en parte por nuestras propias obras; y tendríamos alguna razón para jactarnos de nosotros mismos. Pablo se propone hacer énfasis en que hasta la fe es ajena para nosotros mientras no nos sea dada por Dios.
Algunos han objetado esta interpretación diciendo que Ia fe (pistis) tiene declinación femenina, mientras que esto (touto) es neutro. Lo cierto es que no hay problema en ello mientras se entienda que la palabra esto no se refiere con exactitud al sustantivo fe sino al acto de creer. Además, esta interpretación pone el mejor sentido al texto porque si esto se refiere a por gracia sois salvos (es decir, a la declaración completa), la adición de y esto no de vosotros, pues es don de Dios sería redundante, porque gracia se define como un acto que Dios realiza a nuestro favor sin merecerlo. Si la salvación es por gracia, tiene que ser un regalo inmerecido de Dios. La fe es presentada como un regalo de Dios en 2 Pedro 1:1; Filipenses 1:29 y Hechos 3:16.
Se narra la historia de un hombre que llegó entusiasmado pero muy retrasado a una reunión de avivamiento y encontró a los trabajadores desarmando la tienda de campaña donde se habían realizado las reuniones. Frenético, al darse cuenta de que no podría escuchar al evangelista, decidió preguntar a uno de los trabajadores qué podía hacer para ser salvo. El hombre, quien era cristiano, contestó: "No puede hacer nada al respecto, ya es demasiado tarde". El otro dijo horrorizado: "¿Qué me está tratando de decir? ¿Cómo que ya es muy tarde?" "La obra ya está finalizada", le contestaron. "Usted no necesita hacer más que creerlo".
Toda persona vive por fe. Al abrir una lata de comida o tomar un vaso de agua, confiamos en que no están contaminados. Cuando cruzamos un puente, confiamos que nos aguantará. Al colocar nuestro dinero en el banco, confiamos que estará seguro. La vida es una serie constante de actos de fe. Ningún ser humano, sin importar cuan escéptico y confiado en sí mismo sea, podría vivir sin el ejercicio de la fe.
El ser miembro de una iglesia, el bautismo, la confirmación, las donaciones caritativas y el ser un buen vecino carecen por completo de poder para traer la salvación. Lo mismo se aplica a recibir la comunión, guardar los diez mandamientos o vivir conforme al Sermón del Monte. La única cosa que una persona puede hacer que juega algún papel en su salvación es el ejercicio voluntario de su fe en lo que Jesucristo ha hecho por él.
Al aceptar la obra consumada de Cristo a nuestro favor, actuamos por la fe suministrada por la gracia de Dios. Ese es el acto supremo de fe humana, el acto que a pesar de ser nuestro, tiene su razón de ser en Dios porque es Su don dado a nosotros por gracia. Cuando una persona se ahoga y deja de respirar, no hay nada en absoluto que se pueda hacer. Para que pueda respirar de nuevo es indispensable que otra persona le inicie la respiración. Una persona que está muerta espiritualmente no puede tan siquiera tomar una decisión de fe a no ser que Dios primero le infunda el aliento de vida espiritual. La fe es el simple acto de respirar el oxígeno suministrado por la gracia de Dios. Por esa razón, somos responsables de ejercerla y también de las consecuencias que trae el no hacerlo (cp Jn. 5:40).
Obviamente, si es cierto que la salvación es del todo por la gracia de Dios, continúa que no es por obras. El esfuerzo humano no tiene que ver con su obtención (cp. Ro. 3:20; Ga. 2:16). Esto es así para que nadie se gloríe como si hubiera tenido parte alguna en ello. Toda jactancia humana es eliminada por completo en la salvación (cp. Ro. 3:27; 4:5; 1 Co. 1:31). No obstante, las buenas obras ocupan un Iugar importante, como Pablo procede a afirmar de inmediato.
Pg. 8-10