Del Comentario
El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique Ia justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. (Apocalipsis 22:11)
La próxima declaración del ángel parece extrañamente fuera de lugar en este contexto: El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique Ia justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. Algunos pudieran pensar que la conexión de este pasaje con el mandamiento que le precede no es apreciable de inmediato. Pero Ia verdad que comunica es que la respuesta de las personas a la proclamación de la verdad, determinará su destino eterno. Quien oye Ia verdad pero sigue siendo injusto e inmundo, determinará por su endurecida respuesta su destino eterno en el infierno. Por otra parte, el que sigue practicando Ia justicia y sigue siendo santo, da testimonio de la genuina fe salvadora. El adverbio eti (todavía) pudiera tener el sentido de "aún más". En ese caso, el sentido es que quienes son injustos e inmundos en esta vida, lo serán aún más en el infierno eterno, donde no habrá ninguna influencia positiva para mitigar su maldad. Por el contrario, quienes son justos y santos en esta vida, serán perfectamente santos en el cielo con sus cuerpos glorificados.
Es algo muy serio el comprender que la respuesta de las personas a la verdad del Evangelio de Dios en esta vida, determinará su destino eterno. Cuando ellas mueran, o cuando el Señor vuelva, su carácter quedará fijo para siempre. Los que respondan a las advertencias del Apocalipsis, vivirán por siempre en el cielo. Pero los que no quieran prestar atención a esas advertencias y arrepentirse, permanecerán para siempre en su condición pecaminosa. También es verdad que el Espíritu de Dios no llamará por siempre a los pecadores al arrepentimiento; y las Escrituras advierten a los pecadores a que no endurezcan su corazón hasta el punto que Dios los abandone (Sal. 95:7-8; He. 3:15; 4:7). Sin embargo, trágicamente, muchas veces no se les presta atención a esas advertencias; y se desperdicia la oportunidad de arrepentirse y creer el Evangelio (cp. Mt. 25:1-13; Lc. 13:24-25). Hablando de los obstinados pecadores del reino del norte (Israel), Dios declaró: "Efraín es dado a ídolos; déjalo" (Os. 4:17). Jesus dijo de los igualmente endurecidos fariseos: "Dejadlos; son ciegos guías de ciegos" (Mt. 15:14; cp. Mt. 23:16, 24; Lc. 6:39). Ambos pasajes expresan la ira de Dios manifestada en Su abandono (Ro. 1:18-32), cuando Él haga enfrentar a los endurecidos pecadores con las consecuencias de sus propias decisiones.
La predicación de Apocalipsis traza la línea. Sus verdades derretirán el corazón de los arrepentidos y endurecerán el corazón de los no arrepentidos. Esas mismas verdades, por lo tanto, se convierten en un instrumento de salvación o en un instrumento de condenación (cp. 1 Co. 1:18; 2 Co. 2:15-16). Deben proclamarse de modo que hombres y mujeres puedan escuchar mientras todavía hay tiempo.
Pg. 296-298