Del Comentario
Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. (Romanos 7:15)
La prueba que Pablo presenta para demostrar que el pecado seguía morando en él se basa en la realidad de su situación: lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
Ginōskō (entiendo) tiene el significado básico de adquirir conocimiento con relación a algo o alguien, un conocimiento que va más allá de los hechos concretos. Por extensión, el término se empleaba con frecuencia para aludir a la relación especial entre la persona que conoce y el objeto de conocimiento. Se empleaba normalmente para referirse a la relación íntima entre esposo y esposa, y entre Dios y Su pueblo. Pablo utiliza el término en ese sentido para representar la relación entre la persona salva y el Salvador. "Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, como es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?" (Gá. 4:9). Por vía de una extensión adicional, la palabra se utilizaba en el sentido de aprobar o aceptar algo o a alguien. "Pero si alguno ama a Dios", dice Pablo, "es conocido [aceptado] por Él" (1 Co. 8:3).
Ese parece ser el significado de la palabra aquí; y es compatible con la segunda mitad de la frase. Pablo se encontró a sí mismo haciendo cosas que no aprobaba. No era que él fuese incapaz de hacer una cosa buena en particular, sino que cuando vio la plenitud y grandeza de la ley de Dios, no fue capaz de responder por completo a la altura de Sus demandas perfectas. No era que él nunca pudiera hacer cualquier cosa buena en absoluto, ni que fuese incapaz de obedecer fielmente a Dios. El apóstol más bien estaba expresando un conflicto interno del tipo más profundo que existe, en el que su deseo sincero y de todo corazón era cumplir el espíritu así como la letra de la ley (véase 7:6); pero dándose cuenta de que era incapaz de vivir a la altura de las normas perfectas del Señor y del propio deseo de su corazón.
No era la conciencia de Pablo lo que le estaba perturbando a causa de algún pecado no perdonado o de una vacilación pecaminosa en seguir al Señor. Era su hombre interno, creado de nuevo a semejanza de Cristo y habitado por su Espíritu, el que ahora podía ver algo de la santidad, la bondad y la gloria verdaderas de la ley de Dios; y se sentía afligido con la mas mínima infracción o insuficiencia en su cumplimiento personal de esa ley perfecta. En un contraste rotundo frente a la satisfacción individual que tenía antes de su conversión, cuando se consideraba a sí mismo libre de culpa ante la ley de Dios (Fil. 3:6), ahora Pablo se daba cuenta de cuán lejos estaba su vida de la ley perfecta de Dios, aun siendo él un creyente lleno del Espíritu y un apóstol de Jesucristo.
Ese espíritu de humilde contrición es una marca de todo discípulo espiritual de Cristo que clama: "Señor, no puedo ser todo lo que Tú quieres que yo sea, soy incapaz de cumplir del todo Tu ley perfecta, santa y gloriosa". En medio de una gran frustración y tristeza, el creyente confiesa con Pablo, no hago lo que quiero.
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