Del Comentario
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. (4:26-27)
Parorgismos (enojo) no es un arranque de ira momentáneo y externo ni un resentimiento interno y efervescente, sino más bien una convicción profunda, determinada y arraigada. Como se ve en este pasaje, su uso en el Nuevo Testamento puede representar una emoción buena o mala, dependiendo de los factores de motivación y propósito.
El mandato de Pablo es airaos (de orgizo), con el suplemento condicional, pero no pequéis. En esta declaración el apóstol podría estar legitimando la indignación justa, el enojo hacia todo lo malo y todo lo que se hace contra la persona del Señor y contra Su voluntad y propósito. Es el enojo del pueblo del Señor que aborrece la maldad (Sal. 69:9). Es el enojo que detesta la injusticia, la inmoralidad y la impiedad de todo tipo. Es el enojo acerca del cual el gran predicador inglés F. W. Robertson escribió en una de sus cartas. En cierta ocasión, se encontró con un hombre que estaba tratando de inducir a una joven para entrar a la prostitución; y él se enojó por ello a tal grado que le mordió el labio hasta hacerlo sangrar.
Jesús expresó Su enojo justo hacia la dureza de corazón de los fariseos que objetaron Su sanidad del hombre con la mano seca en el día de reposo (Mr. 3:5). Aunque la palabra misma no se emplea en el relato de los acontecimientos en el Evangelio, fue sin lugar a dudas esa clase de enojo el que ocasionó que Jesús sacara a los cambistas del templo (Mt. 21:12; Jn. 2:15). Jesús siempre se enojaba justamente cuando la gente no honraba al Padre o cuando otras personas eran tratadas mal, pero Él nunca se enojó de manera egoísta por cosas hechas en Su contra. Esa es la medida del enojo justo.
El enojo que sí es pecado, por otra parte, es la clase de enojo que se motiva por la defensa personal y el servicio a uno mismo, cuando se guarda rencor y resentimiento por lo que se ha hecho contra nosotros. Es la clase de enojo que conduce al homicidio y a recibir el juicio de Dios (Mt. 5:21-22).
El enojo que es egoísta, indisciplinado y vengativo es pecaminoso y no tiene lugar en la vida cristiana, ni siquiera de manera temporal. En cambio, el enojo que no es egoísta y se basa en el amor a Dios y el interés en otros, no solo es permisible sino ordenado. Si uno tiene amor genuino no puede evitar sentirse contrariado y hasta enojado hacia todo lo que lastima el objeto de ese amor.
No obstante, aun el enojo justa puede caer con facilidad en la amargura, el resentimiento y la auto justificación. En consecuencia, Pablo prosigue a decir: no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. Aun el enojo mejor motivado se puede agriar; y por esa razón debemos dejarlo a un lado al final del día. Si nos vamos a dormir sin resolverlo, es probable que le de ocasión o lugar al diablo para utilizarlo para sus fines destructivos. Si se prolonga el enojo, uno puede empezar a buscar venganza y violar de ese modo el principia enseñado en Romanos 12:17-21:
No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, Yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
También puede ser que los versículos 26b-27 se refieren por entero a este enojo injusto, y en ese caso Pablo utiliza el imperativo en el sentido de decir que, debido a que el enojo puede llegar en algún momento y apoderarse del creyente, y puesto que tiene una tendencia tan fuerte a crecer y cebarse, debe ser tratado siempre de manera inmediata mediante confesión, abandono y entrega a Dios para limpieza total antes de terminar el día.
En cualquier tipo de enojo, sea legítimo o no, si se decide tolerarlo y hasta cortejarlo, el resultado será darle una oportunidad al diablo, cuando debemos hacer lo contrario "para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones" (2 Cor. 2:11); si no obedecemos en esto al Señor, estaremos alimentando nuestro orgullo con lástima de nosotros mismos, orgullo, justicia en nuestra propia opinión, venganza, defensa de nuestros derechos y todos los demás tipos de pecado y violación egoísta de la santa voluntad de Dios.