lunes, 19 de marzo de 2018
Discutiendo la inmoralidad sexual
(Efesios 5)
Del Comentario
Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. (Efesios 5:3-4)
Todo lo que Dios establece, Satanás lo falsea y corrompe. Donde Dios establece amor verdadero, Satanás produce amor adulterado. Ese amor falso caracteriza a los hijos de Satanás, aquellos que son del mundo; así como el amor verdadero caracteriza a los hijos de Dios, aquellos que son ciudadanos del cielo.
En contraste al amor piadoso, perdonador y no egoísta, el amor del mundo es lujurioso e indulgente consigo mismo. Ama porque el objeto del amor es atractivo, aprovechable, agradable, satisfactorio, apreciativo, porque corresponde y produce sentimientos deseados, o es probable que pague lo recibido de alguna forma. Siempre se basa en Ia satisfacción que Ia otra persona suministra de las necesidades y deseos individuales; y en el cumplimiento de expectativas egoístas. El amor mundano es recíproco y da poco, pero con Ia expectativa de obtener mucho a cambio. AI hablar de esa clase de amor, Jesús dijo: "Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?" (Mt. 5:46). El mundo alega que necesita amor; y el amor es defendido y ponderado en todas las esquinas. El amor romántico se aclama y encomia de manera especial. En canciones, novelas, películas y series de televisión, se explota de continuo el deseo emocional y lujurioso como si se tratara de amor genuino. La búsqueda fantasiosa del "amor perfecto" se presenta como Ia experiencia humana suprema.
No debería sorprender que Ia búsqueda desorientada de esa clase de amor conduzca de forma inevitable a fornicación y toda inmundicia, porque esa clase de amor es egoísta y destructivo, es una falsificación engañosa del amor de Dios. Siempre es condicional y siempre es egocéntrico. No se interesa en el compromiso, sino solamente en la satisfacción momentánea; no se interesa en dar, sino solo en obtener. No tiene base para permanecer porque su propósito consiste en utilizar y explotar en Iugar de servir y ayudar. Dura hasta que el ser amado deja de satisfacer o hasta que desaparece para irse con otra persona.
Porneia (fornicación) se refiere a todo pecado sexual, y todo pecado sexual es contra Dios y contra el amor verdadero y piadoso. Es el antónimo de enkrateia, que se refiere a autocontrol, especialmente en el área sexual. Cuando el apóstol habló delante de Félix y su esposa Drusila, "al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré" (Hch. 24:24-25). Félix había robado a Drusila de su esposo anterior; y por ende estaba viviendo con ella en una relación adúltera. El autocontrol sexual del que Pablo habló se relacionaba con la pasión lujuriosa, tal como Félix lo entendió. El mensaje claro al gobernador era que estaba viviendo contrario a Ia justicia de Dios al rehusar Ia disciplina de su deseo sexual; y por eso fue sometido al juicio de Dios.
La pérdida de control sexual conduce a lo opuesto que es fornicación e inmundicia. Akatharsia (inmundicia) es un término más general que porneia y hace referencia a cualquier cosa impura y sucia. Jesús empleó Ia palabra para describir Ia podredumbre de los cadáveres que se descomponen en una tumba (Mt. 23:27). Las otras diez ocasiones que se usa Ia palabra en el Nuevo Testamento están asociada con el pecado sexual. Se refiere a pensamientos, pasiones, ideas y fantasías inmorales y todas las demás formas de corrupción sexual.
La obsesión contemporánea con el sexo ha encontrado su manera de infiltrarse en Ia iglesia. La influencia del mundo de Ia lujuria ha invadido a tal punto, y Ia iglesia es tan débil y falta de discernimiento, que muchos cristianos se han convencido de que todo tipo de excesos e impurezas sexuales son cubiertos por la gracia o pueden llegar a considerarse moralmente seguros si se practican con Ia actitud correcta, en especial si algún versículo de las Escrituras puede ser arqueado para dar un respaldo aparente. Lo cierto es que fornicación y toda inmundicia son cosas que no pueden ser santificadas ni modificadas como algo mejor de lo que son, que es maldad y perversión, un delito contra el Dios santo y el Dios amoroso. En 1 Corintios 5:1-5 y 6:13-20, Pablo muestra que no hay Iugar para estas cosas en la vida cristiana.
Como se mencionó en Ia discusión de Efesios 4:19, avaricia es inseparable de inmundicia. Toda forma de inmoralidad sexual es una expresión de Ia voluntad egoísta, Ia gratificación del ego y el egocentrismo propio de Ia avaricia. Por naturaleza es contrario al amor, que se entrega a sí mismo. La fornicación y Ia inmundicia son formas de avaricia en el área del pecado sexual. Son manifestaciones de codicia sexual y expresiones de amor adulterado (que en realidad es odio, porque el amor busca Ia pureza de los demás y no es egoísta), enmascarado como algo bello, bueno y compensador. Por cuanto esos pecados tienen una apariencia tan atractiva y prometedora, cónyuges son abandonados, niños son descuidados, hogares son destruidos, amigos son desatendidos y no se ahorra esfuerzo alguno para satisfacer el deseo de tener al objeto de la lujuria, todo en nombre del amor.
A causa de la fuerte naturaleza sexual de los seres humanos, los pecados sexuales son poderosos y se pueden pervertir de formas inimaginables. Si se les da rienda suelta, los pecados sexuales pueden conducir a la insensibilidad completa frente a los sentimientos y el bienestar de los demás, a una brutalidad horrorosa y con frecuencia al homicidio, como dan testimonio de ello las noticias de todos los días.
Por esa razón, los pecados de fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun debería nombrarse entre los cristianos, como conviene a santos. Esos pecados no pueden justificarse de ningún modo, y de ninguna manera deberían ser tolerados. El significado de santos es "los santificados por Dios", y esa clase de personas no tienen que ver con lo que no sea santo. Pablo continúa su advertencia contra esta perversión del amor con una lista de pecados relacionados que con seguridad atañe a todo creyente en uno u otro momento de su vida. Los cristianos no solo deberían abstenerse de participar en pecados sexuales de cualquier tipo, sino que nunca deberían ser culpables de palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías. Palabras deshonestas o sucias tiene que ver con obscenidad en general, cualquier lenguaje degradante e indecente. Proviene de la misma raíz griega de la palabra "vergonzoso" en el versículo 12, donde Pablo dice que tales cosas viles no debían siquiera ser mencionadas, mucho menos ser objeto de participación directa por parte de los creyentes; y allí se relaciona con el término en Colosenses 3:8 que también se traduce "palabras deshonestas de vuestra boca". Mōrologia (necedades) solo se emplea aquí en el Nuevo Testamento y se deriva de mōros (que significa tonto o estúpido) y de legō (hablar). Se refiere a hablar sandeces, como solo puede ser propio de una persona con graves deficiencias intelectuales. En ocasiones, alude a obscenidad rastrera y al lenguaje necio y mentecato que procede de los borrachos o de la boca que es como una alcantarilla, cuya única y torpe función consiste en llenar el aire con cochinerías mundanas.
Eutrapelia (truhanería), por otra parte, se refiere a un tipo de lenguaje más enfocado y premeditado. Alude a la idea de convertir con rapidez cualquier cosa que se dice o hace, sin importar cuan inocente sea en sí misma, en algo obsceno o sugestivo. Es el lenguaje sucio de una persona que utiliza toda palabra y circunstancia para ostentar su astucia y humor en el campo de la inmoralidad. Son las maniobras típicas de quienes se dedican al oficio de encontrarle un giro sexual a cualquier situación, como es el caso de los anfitriones de programas de opinión y otros charlatanes indiscretos de profesión. Lo cierto es que la obscenidad rastrera y nada elegante de las necedades y la obscenidad de "alto nivel" que son las truhanerías o picardías, provienen de la misma clase de corazón, el corazón de la persona que se ha entregado a toda inmundicia moral y que llena su boca de palabras deshonestas. A la luz de una enseñanza tan clara de la Palabra de Dios, resulta extraño que tantos cristianos no solo discutan sino que se rían y hagan chistes de forma impune acerca de casi toda forma de intimidad, corrupción y perversión sexual. La norma de Dios sigue siendo clara: no debe haber palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen.
En lugar de involucrarse en la inmoralidad y en el lenguaje sucio, la boca del creyente debería dedicarse a dar acciones de gracias. El agradecimiento es una expresión de renuncia al egoísmo. La persona egoísta y no amorosa no da gracias porque piensa que merece cualquier cosa buena que recibe. La persona amorosa y no egoísta, por otra parte, enfoca su vida y su interés en las necesidades de otros. Cualquier cosa buena que recibe de Dios o de otras personas la cuenta como algo inmerecido y gratuito. Siempre es agradecida porque su espíritu está lleno de amor y dadivosidad. En lugar de usar a otros, les sirve. En lugar de tratar de convertir lo inocente en inmoral, procura cambiar lo inmoral y fomentar lo justo y santo. Es una persona agradecida porque la vida santa es la vida que satisface; y la gente ve el amor a Dios en la persona agradecida.
Si los cristianos son conocidos por algo, debería ser por su amor expresado hacía Dios y los demás a través de acciones de gracias incesantes (cp. 1Ts. 5:18, donde el mandato es claro: "Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús").
Pgs. 248 – 251
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