Del Comentario
Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. (5:16)
Es común no terminar lo que empezamos. Algunas veces una sinfonía queda inconclusa, una pintura queda incompleta o un proyecto a medio hacer porque el músico, el pintor o el trabajador mueren. Sin embargo, por lo general es la muerte del compromiso de una persona lo que ocasiona la no finalización de una obra. Los sueños nunca realizados y las esperanzas no materializadas se deben a que quienes trabajan con miras a su realización nunca avanzan más allá de los primeros pasos. Para muchas personas, incluidos muchos cristianos, la vida puede ser una serie de sinfonías inconclusas. Hasta en las oportunidades comunes de la vida cristiana cotidiana, los que son en verdad productivos se han convertido en ases del uso fructífero de las horas y los días de sus vidas.
Sea en el campo artístico, de los negocios, de las relaciones personales o en el campo espiritual, nadie puede convertir un sueño en realidad o sacar una ventaja plena de las oportunidades que se le presentan, si no se mantiene aprovechando bien el tiempo.
Pablo no empleó aquí el termino chronos que alude al tiempo que se mide con un reloj y que se divide en horas, minutos y segundos. Usó en cambio kairos, que denota una temporada o época concreta, medida y fija. La idea de un período fijo también se ve en el uso del artículo definido en el texto griego, que se refiere al tiempo, un concepto que se halla con frecuencia en las Escrituras (cp. Ex. 9:5; 1 Ped. 1:17). Dios ha establecido límite a nuestra vida y nuestra oportunidad para el servicio solo existe dentro de esos límites. Es significativo que la Biblia dice que tales tiempos han sido acortados, pero nunca habla de que sean alargados. Una persona puede morir o perder una oportunidad antes del final fijado en el tiempo de Dios, pero no tiene razón para esperar que su vida o su oportunidad continúen después del fin de su tiempo predeterminado.
Habiendo ligado en Su soberanía nuestra vida a una eternidad, Dios conoce tanto el principio como el final de nuestro tiempo en la tierra. Como creyentes, podemos alcanzar nuestra potencialidad en Su servicio, solo en la medida en que aprovechemos al máximo el tiempo que nos ha dado para vivir aquí. Una estatua antigua de Grecia mostraba a un hombre con alas en sus pies, un mechón al frente de su cabeza y ni un solo cabello por detrás. Abajo tenía esta inscripción: "¿Quién te hizo? Lísipo me hizo. ¿Cuál es tu nombre? Mi nombre es oportunidad. ¿Por qué tienes alas en los pies? Para que pueda alejarme volando con rapidez. ¿Por qué tienes un mechón tan largo al frente? Para que los hombres me puedan atrapar cuando llegue. ¿Por qué eres calvo por detrás? Para que después de pasar al frente, ya nadie me pueda atrapar".
Exagorazo (aprovechando) tiene el significado básico de comprar, en especial de comprar de nuevo algo vendido o comprar todas las existencias. Se empleaba con relación a la compra de un esclavo con fines de ponerle en libertad; por eso la idea de redimir el tiempo está implícita en este versículo. Debemos invertir, emplear al máximo o redimir todo el tiempo que tenemos disponible; y dedicarlo al Señor. El término griego está en voz media, indicando que debemos comprar el tiempo nosotros mismos, para nuestro propio uso pero en el servicio del Señor.
Pablo interpela para que aprovechemos bien nuestro tiempo e inmediatamente después nos insta a andar sabia y no neciamente. Aparte de la desobediencia voluntaria y deliberada de la Palabra de Dios, la cosa más necia espiritualmente que un cristiano puede hacer es desperdiciar el tiempo y las oportunidades, consumir su vida con trivialidades y con un servicio mediocre al Señor.
Napoleón dijo: "Hay en la mitad de toda gran batalla un período de diez a quince minutos que es su punto crucial y decisivo. Aprovecha ese lapso de tiempo y ganarás la batalla; piérdelo y serás derrotado".
Cuando andamos de manera obediente en el camino angosto del Evangelio, andamos con cuidado y aprovechando bien el tiempo que tenemos a disposición. Aprovechamos por completo cada oportunidad para servir a Dios, redimiendo nuestro tiempo a fin de usarlo para Su gloria. Aprovechamos cada oportunidad para evitar el pecado y seguir la justicia. "Así que", dijo Pablo, "según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe" (Gál. 6:10). Por sus propias razones, Dios permite que algunos de Sus hijos vivan y le sirvan hasta bien entrados en años. A otros, solo concede pocos años o aun contadas semanas, pero ninguno de nosotros sabe cuán largo o corto será su tiempo asignado sobre la tierra.
Cuando era niño, tenía un amigo que, como yo, planeaba ser pastor cuando grande. Me contaba muchas veces sus planes de terminar el bachillerato, ir a la universidad, estudiar en el seminario y entrar al pastorado. Pero en su último año de secundaria, mi amigo estaba conduciendo su automóvil de techo corredizo por una calle, cuando de repente los frenos se bloquearon y fue lanzado al aire como por una catapulta, cayendo sobre su cabeza en la calle y muriendo al instante.
El gran reformador del siglo dieciséis Felipe Melanchton mantenía un registro escrito de todos los momentos desperdiciados y presentaba la lista a Dios como parte de su confesión al final de cada día. No es de extrañarse que Dios le haya usado de una manera tan poderosa.
Puesto que los días son malos, nuestras oportunidades para hacer justicia con libertad se limitan muchas veces. Cuando tenemos oportunidad de hacer algo por causa de Su nombre y para Su gloria, lo debemos hacer con todo lo que tenemos. El corazón de Dios debe romperse al ver a Sus hijos ignorar o aprovechar a medias oportunidad tras oportunidad que les envía todo el tiempo. Cada momento de cada día debería estar lleno de cosas buenas, cosas justas y cosas que glorifiquen al Señor.
Al decir los días son malos, puede ser que Pablo tuviera en mente algo específico como el estilo de vida corrupto y disipado que caracterizaba a la mayoría de los habitantes de la ciudad de Éfeso. Los cristianos allí estaban rodeados por paganismo a e infiltrados por herejías (véase 4: 14). Avaricia, deshonestidad e inmoralidad eran parte intrínseca de la manera de vivir en Éfeso; además casi todos los creyentes habían estado antes involucrados en ese estilo de vida y se veían tentados a recaer en él (4:19-32; 5:3-8).
Si en los días de los apóstoles era necesario cierto sentido de urgencia, ¿cuánto más se necesita hoy día, cuando estamos mucho más cerca del regreso del Señor y el fin de la oportunidad. (véase Rom. 13:11-14)?