jueves, 26 de abril de 2018
¿Si Dios quiere que todos los hombres sean salvos, ¿por qué no lo son?
(1 Timoteo 2)
Del Comentario
Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a Sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad. (1 Timoteo 2:3-7)
Este elocuente e impresionante pasaje responde a la pregunta “¿Por qué oramos por los perdidos?” Esta es una de las declaraciones más categóricas en toda la Biblia del propósito salvador de Dios. Contiene varias razones para la oración evangelística.
LA ORACIÓN EVANGELÍSTICA ES MORALMENTE CORRECTA
Al decir esto apunta atrás al mandamiento de orar por los perdidos en los versículos 1-2. Kalon (bueno) se refiere a lo que es en esencia moralmente bueno. Dios define la oración por los perdidos como algo noble y espiritualmente correcto, y nuestra conciencia está de acuerdo. Los perdidos sufren la agonía del pecado, la vergüenza y la falta de motivación en esta vida y el infierno eterno de implacable agonía en la vida venidera. Sabiendo eso, es la tarea más excelente orar por su salvación.
Algunos pudieran argumentar que Jesús dijo en Juan 17:9: “No ruego por el mundo”. Pero allí Cristo estaba orando como el Sumo Sacerdote de los escogidos de Dios. Como Él es deidad soberana y omnisciente, Su oración fue específica de una forma que no puede ser la nuestra. Esa fue una oración exclusivamente por la salvación de los que Él amó y escogió antes de la fundación del mundo para ser participantes de toda bendición espiritual (Ef. 1:3-4). “El mundo” estaba específicamente excluido del propósito salvador de esta oración.
Sin embargo, nuestras oraciones no son las oraciones de un sumo sacerdote; oramos como embajadores de Cristo, cuya tarea es rogar a hombres y mujeres para que se reconcilien con Dios (2 Co. 5:20). Por lo tanto, se nos manda que hagamos nuestras rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres. Nuestro ardiente deseo debe ser la salvación de todos los pecadores (cp. Ro. 9:3; 10:1). No debemos tratar de limitar el evangelismo solo para los escogidos.
Hay dos razones para esto. En primer lugar, el decreto de elección de Dios es secreto. No sabemos quiénes son los elegidos y no tenemos forma de saberlo hasta que ellos respondan al Evangelio. En segundo lugar, el alcance de los propósitos evangelísticos de Dios es más amplio que la elección. “Muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mt. 22:14). Aun la oración de Jesús como sumo Sacerdote abarca al mundo en este importante aspecto. Nuestro Señor oró por la unidad entre los elegidos para que la verdad del Evangelio fuera evidente al mundo: “para que el mundo crea que Tú me enviaste… para que el mundo conozca que Tú me enviaste” (Jn. 17:21, 23). El llamado de Dios a todos los pecadores es una invitación sincera y de buena fe a la salvación: “Vivo Yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ez. 33:11).
LA ORACIÓN EVANGELÍSTICA CONCUERDA CON EL DESEO DE DIOS
Es obvio que en algún sentido inescrutable, el deseo de Dios por la salvación del mundo es diferente de Su eterno propósito salvador. Podemos comprender esto hasta cierto punto desde una perspectiva humana; después de todo, a menudo nuestros propósitos difieren de nuestros deseos. Por ejemplo, podemos desear el pasar un día de ocio, pero un propósito superior nos obliga a ir al trabajo. De igual manera, el propósito salvador de Dios trasciende Sus deseos. (Hay una gran diferencia, por supuesto: “Podemos ser obligados por circunstancias ajenas a nuestra voluntad a escoger lo que no deseamos. Pero las elecciones de Dios están determinadas solamente por Su propósito soberano y eterno”.)
Dios de veras quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Pero en el “propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:11), escogió solo a los elegidos, los dio a Cristo (Jn. 17:6) y pasó por alto al resto, dejándolos a las consecuencias mortales de su pecado (cp. Ro. 1:18-32). La culpabilidad por su condenación es totalmente de ellos por causa de su pecado y del rechazo a Dios. No se debe culpar a Dios por su incredulidad.
Como Dios quiere que todos los hombres sean salvos, no se nos pide que averigüemos si una persona es elegida antes de orar por su salvación. Solo Dios sabe quiénes son los escogidos (2 Ti. 2:19). Podemos orar por todos los hombres con la plena seguridad de que tales oraciones son [buenas y agradables] delante de Dios nuestro Salvador. Después de todo, “Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová para con todos, y Sus misericordias sobre todas Sus obras” (Sal. 145:8-9).
Apodektos (agradable), viene de apodechomai, que significa “recibir alegremente”, “aceptar con satisfacción” o “dar la bienvenida de todo corazón”. El Señor acepta las oraciones por los perdidos porque eso es consecuente con Su deseo de que se salven.
Tal oración es también consecuente con Su naturaleza como Salvador. La frase Dios nuestro Salvador aparece otras cinco veces en las epístolas pastorales (1:1; 4:10; Tit. 1:3; 2:10; 3:4), así como en Judas 25. Dios no solo es Creador, Sustentador, Rey y Juez, sino también Salvador. Su carácter salvador se manifiesta por medio de su Hijo, Jesucristo (2:5-6; 2 Ti. 1:10; Tit. 1:4; 2:13; 3:6). Dios es el “Salvador de todos los hombres” en un sentido temporal, pero “especialmente de los creyentes” en un sentido eterno (1 Ti. 4:10b).
Esta verdad del carácter salvador de Dios se enseña también en el Antiguo Testamento (cp. 2 S. 22:3; Sal. 106:21; Is. 43:3, 11). La idea de que el Dios del Antiguo Testamento es un vengador y colérico apaciguado por el amable y amoroso Cristo del Nuevo Testamento es totalmente equivocada.
Cuando Dios quiere que todos los hombres sean salvos, es consecuente con quien Él es. En Isaías 45:22 Dios dijo: “Mirad a Mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra”. Isaías 55:1 invita a “todos los sedientos” a “venir a las aguas” de la salvación. En Ezequiel 18:23, 32 Dios declara muy claramente que Él no desea que el impío perezca, sino que pueda arrepentirse (cp. Ez. 33:11). En el Nuevo Testamento, Pedro escribe: “El Señor no retarda Su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9).
Ninguna verdadera teología bíblica puede enseñar que Dios se complace en la condenación de los impíos. No obstante, aunque esto no lo complace, Dios recibirá gloria incluso en la condenación de los incrédulos (cp. Ro. 9:22-23). Es un misterio de la mente divina cómo Su gracia que escoge y Su propósito predestinado pueden permanecer al lado de Su amor al mundo y el deseo de que el Evangelio se predique a todas las personas, manteniéndolas aún responsables de su propio rechazo y condenación. Las Escrituras enseñan del amor de Dios al mundo, Su desagrado ante el juicio de los pecadores y Su deseo de que todos los que escuchen el Evangelio alcancen la salvación. Enseñan además que cada pecador es incapaz, y sin embargo, responsable de creer; y que será condenado si no lo hace. Coronando la enseñanza bíblica sobre este asunto está la gran verdad de que Dios ha escogido a quienes creerán y los ha salvado antes de que comenzara el mundo. ¡Qué gran misterio!
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios, e inescrutables Sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue Su consejero? ¿O quién le dio a Él primero, para que le fuese recompensado? Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén (Ro. 11:33-36).
Venir al conocimiento de la verdad es ser salvo. Epignosis (conocimiento) se emplea otras tres veces en las epístolas pastorales (2 Ti. 2:25; 3:7; Tit. 1:1). En los cuatro pasajes se refiere al verdadero conocimiento que produce salvación. Lejos de desear su condenación, Dios desea que los perdidos vengan a un conocimiento salvador de la verdad.
Algunos han afirmado que este pasaje enseña el universalismo. Si Dios quiere la salvación de todos los hombres, sostienen ellos, entonces todos serán salvos o Dios no obtendrá lo que quiere. Otros sostienen que lo que Dios quiere ocurre, porque todos los hombres quieren decir toda clase de hombres, no cada persona. Sin embargo, ninguna de estas posiciones es necesaria. Debemos distinguir entre la voluntad de Dios de decreto (Su propósito eterno) y Su voluntad expresada como deseo; quiere no viene de boulomai, que sería más probable para expresar la voluntad de Dios de decreto, sino de thelo, que puede referirse a la voluntad de Dios de deseo. Esa es precisamente la distinción que a menudo hacen los teólogos entre la voluntad secreta de Dios y su voluntad. Dios desea muchas cosas que no decreta.
Nunca fue el deseo de Dios que existiera el pecado. Sin embargo, la innegable existencia del pecado prueba que incluso el pecado cumple el propósito eterno de Dios (Is. 46:10), aunque de ninguna manera es el autor del pecado (Stg. 1:13).
Jesús se lamentó por Jerusalén: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mt. 23:37). John Murray y Ned B. Stonehouse escribieron: “Hemos encontrado que Dios mismo expresa un ardiente deseo por el cumplimiento de ciertas cosas que Él no ha decretado en su inescrutable consejo que sucedan”. (The Free Offer of Evangel [La oferta gratuita del Evangelio] [Phillipsburg, N.J.: Presb. & Ref., 1979], 26.) Dios quiere que todos los hombres sean salvos. Es el rechazo premeditado de Dios por parte de ellos lo que los envía al infierno. Las verdades bíblicas de la elección y la predestinación no eliminan la responsabilidad moral del hombre.
Pgs. 83 – 87
1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito $25,00En las páginas de estos comentarios expositivos, no solamente se percibe un gran conocimiento de la Biblia, sino un amor y un celo profundos por la Palabra de Dios y por el Dios de la Palabra. John MacArthur hace una valiosa contribución a la interpretación y aplicación... |